Los problemas de la central de Fukushima demuestran la gran inseguridad de la energía nuclear.
La energía nuclear, desde su nacimiento, ha sido tema de gran controversia. La central nuclear japonesa de Fukushima y su inestable situación actual han vuelto a poner en la agenda mediática los riesgos de una energía nuclear olvidada y oculta.
El reciente tsunami japonés ha convertido la ciudad de Fukushima en foco de atención de la comunidad internacional. El destrozo provocado por el terremoto del pasado día 11 de marzo afectó a los reactores de la central nuclear de Fukushima que causó la consecuente evacuación de la población en un perímetro de 50 Km. debido a los gases que se desprendieron de la falta de refrigeración del núcleo.
Antecedentes como Chernobil regresan a la mente al ver las imágenes de Japón. Ante el miedo a que se repita una situación similar toda precaución es poca. Más de 700.000 personas murieron por aquella catástrofe cuyas consecuencias son imborrables. Chernobil se ha convertido en una ciudad fantasma, inhabitable y cuya emisión de gases aún no ha cesado. Sin embargo, la misma comunidad internacional que hoy se preocupa por las posibles consecuencias de la central japonesa son los que han dejado abierta una brecha en Chernobil y, con ello, un vacío en el control y la seguridad de la energía nuclear.
No hace falta ser catastrofistas para saber que se necesita un cambio en el tratamiento de la energía nuclear. Son muchas las vidas que se ha cobrado y muchas las alteraciones que, sin ser conscientes, ha generado en la naturaleza y en la vida de miles de personas. Que haya vuelto a suceder demuestra la gran tozudez e incoherencia de la política actual incapaz de proteger el mundo que habita.
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